El moteado tigre verde de la selva
Yo, Hcian Chu, durante las muchas lunas de más de cincuenta años, he realizado todas las tareas que le sería impropio realizar a mi amo, las que le distraerían al realizar su obra en búsqueda de la gloria y las que le resultarían aburridas.
He hecho lo que estaba a mi alcance ayudado por sus medios, para hacer su labor placentera y cómoda.
El dragón del palacio del desierto es un gorrión pichón comparado con el vuelo del amo de mi amo, aun a él, le es vedado mirarlo comer.
El amo del amo de mi amo, es el dragón que lleva la tempestad de agua al océano del este y la de arena al desierto del oeste.
Cada ocho años, los guerreros de la tierra del amo de mi amo, en combates de mil caballos y banderas, competimos por el honor de ejecutar sus designios y comandar sus tropas.
Cinco veces mi maestro y yo hemos cruzado los postes de la nobleza antes de todos los demás, más de veinte y cinco lunas hace ya, de la que sabemos fue nuestra última competencia.
Liberar en un instante leve y con honor al marcado por el dolor, el oprobio, la condena, la tara, la enfermedad, el desequilibrio de los sentimientos, el hastío, el repudio o por un designio del emperador es su noble labor.
Eliminar la vejez y liberar al oprimido, de dos modos, también.
Sus designios son inapelables, sus métodos oscuros e infalibles, su misericordia fatalmente definitiva.
Para quienes son arrojados por el infalible destino, al comercio del arte del uso del acero de mi maestro, la sola visión primera de mi amo, es el inicio de la supresión definitiva de la humillación, el desprecio y cualquier tipo de sufrimiento. La búsqueda de la paz es el motivo principal del requerimiento de sus servicios. Solo los reos de más alto rango pueden aspirar a sus servicios y siempre son muy pocos los afortunados que consiguen su contrato.
Más numerosos son sus servicios por piedad, desligados del banal metal amarillo que enloquece por igual a los poderosos y los mendigos, a cuya labor de administración él jamás se ha rebajado.
Las recompensas del emperador han sido siempre nuestra mayor fuente de satisfacciones e ingresos.
Resplandor fugaz que libera, certero rayo rojo, blanco diente del blanco tigre del norte, amarillo resplandor del amarillo tigre del sur, podador de senderos. Son solo algunos de los muchos títulos que lo adornan y describen.
Durante más de quinientas lunas le he preparado más de cien espantamoscas con los mejores caballos de la estepa.
Las bárbaras naciones allende el mar que bordea el sur de la tierra, proporcionaron la piel del fénix que no vuela, para su cesta.
La hélice del arpón del leviatán blanco del helado mar del norte, el marfil de su sello.
Los más afortunados mineros encuentran los materiales apropiados para construir sus implementos.
Solo la piel del leopardo blanco, es apropiada para ser marcada por sus sellos.
De un camello blanco solo algunos, muy pocos, pelos sirven para su pinceles.
De lo más profundo del mar, la selva, el desierto y las minas provienen los materiales para sus tintas.
Solo la mejor madera le sirve a él, que es conocedor de semillas y flores.
En las muchas forjas que ahúman la capital del imperio, los más selectos joyeros esfuerzan sus talentos en sus aceros y bronces.
El filo reverberante de sus aceros es mi obsesión, su veste toda, es parte importante de mi labor.
Consolar, preparar y atender deudos y clientes, antes y después del servicio de su arte, forma parte también de ella.
Así como procurar y aprobar su comida y bebida y disponer de los restos. Dar acceso a él, solo a quienes las circunstancias y sus deseos sean apropiados.
Darle la noticia necesaria en el momento oportuno.
Pulir los no pocos errores de la forma de sus signos, debidos a su desdén por la ortografía o al hastío o a la falta de tiempo.
Nunca he compartido, lo que me parece su excesivo, amor por los caballos. Me asombran aún sus sencillos gustos por su carne cruda, leche y sangre. Su tolerancia con las incultas frutas y semillas de la selva.
Su desprecio por los perros.
Su paciencia con los gatos, que tolera aun cerca de sus platos.
Solo una inteligencia superior como la suya puede calificar de monótono al mar y no quedar en ridículo.
Me confieso incapaz de tomar en serio, mucho menos amar, a las flacas mujeres por las que tiene preferencia, que acumula más que colecciona.
Solo una vez me ha mirado con asombro y asco, fue una vez que aprobé para su almuerzo, corazón de leviatán azul, pulpo y calamar.
Ambos hemos encontrado tiempo suficiente para levantar varias familias y juntar varios rebaños más de dos veces.
Cuando se alcanza cierta edad y se tienen suficientes medios, es más conveniente adquirir los rebaños ya crecidos.
Aunque se recuerde con más cariño la primera familia, el pequeño rebaño inicial, debido a que en la juventud los deseos son más fuertes para nublar la mente y se dispone de menos recursos.
Ambos somos abuelos varias veces, Cada quien nutre, cruza y poda el rebaño suyo buscando su ideal favorito.
De nuestros rebaños han salido solo tres participantes en la competencia, nunca han llegado entre los primeros diez aún. Ninguno ha llegado con su esclavo.
Ninguno de los hijos de mi maestro, ni de los míos, ha dado indicios del talento o la fuerza que se requieren para practicar con éxito su arte y su afición.
Ambos detestamos la decrepitud, la decadencia que sigue a la plenitud de fuerza.
Mi placer con él, es verlo decorar pieles con signos que tratan de apresar la infinitud del mundo en un signo, ambos sabemos que eso no es posible.
Atribuye esta imposibilidad a lo lento de la reproducción de los animales que le proveen de pieles, con la suficiente categoría para sus pinceles y sellos.
Y a lo pesado de los signos que heredó, que le hacen lenta la invención de palabras nuevas.
También reconoce lo banal de dicha tarea ya que una vez creado el signo, anularía al autor.
Y el paso siguiente sería enseñarlo a alguien, que seguramente sería aniquilado también por él.
También me ha dicho que el signo muta continuamente.
Solo aspiro a la aniquilación del signo, grita su frustración cuando está cansado.
Lo he visto buscar el signo del todo entre el caos de las hojas de los bosques y en el mar de hierba de las praderas.
Me ha dicho que debe estar escrito en hojas perennes, que debe volar como pájaro o nadar como pez entre algo que continuamente se renueve, que fluya y que siempre quede.
Que debe estar escrito con signos bárbaros y primitivos. También me ha dicho que el eco del signo ha sido grabado varias veces por el agua y la arena en las rocas.
Lo he acompañado a buscar ese reflejo en las rocas de la costa, de las orillas de ríos y lagos, y en los glaciares.
El rayo ha caído varias veces sobre las reproducciones de su ideograma del origen del trueno.
Su poema que clama por agua, pone sedientas manadas completas de ciervos. En un bosque de mangos, que hay en una de las islas de la mar cálida del sur, una manada de guacamayos prefiere para dormir, una palmera decorada con su símbolo del mango.
Los insectos, las hojas de árbol y las semillas, frecuentemente aparecen entre las pieles decoradas con sus aproximaciones a la selva.
Su estudio del quebrado vuelo de una mariposa amarilla cuando no hay casi viento, ha sido atacado frecuentemente por los azulejos.
La mar se agita violenta, cuando se lee cerca de ella en voz alta, su estudio del eterno retorno al sitio de origen, donde demuestra la futilidad del movimiento.
Estos éxitos parciales y algunos que no me ha dejado ver, lo han hecho feliz durante varios días completos, pero me ha ordenado la destrucción de todos sus documentos el día de su muerte, con la finalidad de quitar del camino de los continuadores de su afición, el estorbo sus experimentos fallidos, porque les pueden dar falsos indicios.
Ayer, por primera vez, su arte requirió un innoble segundo golpe. Hoy me ha mirado, he comprendido, he realizado en su rígida nuca la habitual ceremonia de preparación y limpieza y me espera feliz, durmiendo el cansancio que deja una obra de vida ajena a todas las miserias y tristezas.
Quiero pensar que siente lástima de mí, que nunca tendré ayudante y porque quizá a mi cuerpo le será ajeno el fuego que purifica y anula y terminará como alimento para los perros del cementerio, pero estoy seguro que confía en que he observado bien, he aprendido de él y estoy listo.
De las tareas dejadas inconclusas, solo la pacificación y reordenamiento de un pequeño reino del desierto le causa desasosiego, su familia paterna todavía impera ahí y el rey de allá ha desatendido algunos ruegos del emperador.
No he recibido aún su orden de iniciar el asedio, pero me ordenó hace tiempo tener los planes y las tropas listas.
Podríamos haber utilizado el premio de dicha campaña, para hacer experimentos con un nuevo acero flexible que se templa en una húmeda isla del este.
Hay allí una montaña que tiene un río de piedra fundida que quiere estudiar.
Estoy seguro de que la preparación y asedio habrían durado poco, de que en poco tiempo ese rey habría implorado el favor del arte de mi maestro.
Él me enseñó la tarea del asedio, usando como ejemplo la técnica del pájaro carpintero, cuando aun éramos niños y me enseñaba a cazar pájaros.
Me permitiré el honor de usar mi espada favorita con él, jamás se me ha alejado más de un brazo.
Mi daga me espera, ávida y paciente como en el amanecer antes de una competencia.
En alguna parte habrá unos postes, que lejanos nos asechen.
Hemos vivido nuestro tiempo completo.
Mañana no quedará nada nuestro, excepto lo que dejamos en el río de sangre que fluye de nosotros hacia nuestra descendencia, que siempre se diluye, atenúa y por mitades, recombinándose con resultados no predecibles a partir de la materia prima y las condiciones iníciales.
Escribo ahora que tengo tiempo y el derecho a ser nombrado, me he preparado más de quinientas lunas, estoy listo para mi más importante tarea.
Trasplanto al papel el contenido de la última piel que ha tatuado con sus signos que abarcan el universo, brevemente me pertenecerá de nuevo, pronto la aniquilaré junto con las demás.
En el idioma de mi provincia rural de la jungla del sur, reza:
En el rojo horizonte del oeste
Diariamente la arena parece se incendia
Pero allá es fría la arena
Solo de lejos [fugazmente]
La ilusoria belleza se aprecia
Sed lejos [No quedéis cerca]
Soy lo que, con el tiempo, ha tallado en un tributo que su padre aceptó de un rey de una tribu de la selva. Un regalo que le hicieron cuando cumplió diez años.
Su último sello, que me marca, proclama:
Hago el oficio del poeta y el ladino
Añado matices al significado de los signos
Resto, [mientras] el todo recombina [mezcla].
Solo, de la selva,
El moteado tigre verde
Que se alimenta de fieras y monstruos [Y mi amo]
Me significa [Es] peligro
Soy el león tornasol del desierto.
VABM Domingo, 15 de Julio de 2007
Para Edgar, mi hermano.
Para Edgar, mi hermano.
Víctor
ResponderEliminares un texto sorprendente , te deja extasiado por ese recorrido de belleza, amor , sumisión, justificación, apreciación del amo , la búsqueda de la perfección y la amalgama de usos de los bienes de la naturaleza circundante, el desarrollo del tema épico y las imágenes que va liberando tu texto hacen que el lector se introduzca como un protagonista más del relato.
Marisa
Muchas gracias Marisa
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