viernes, 8 de julio de 2022

La congregación (un cuento de ovnis).

 



La congregación (un cuento de ovnis).

#riistas #litaopo #vabm

En esos días todavía no había ido nunca a ningún oculista, y nadie (ni siquiera yo) sabía que era miope y que necesitaba usar lentes.

De todos modos no necesitaba mirar nada demasiad o lejos.

Los rieles del tren se hundían en mi horizonte del sur y desaparecían después de subir una pequeña colina como a doscientos metros de donde vivía.

Por el oeste tenía tan cerca una cordillera que la neblina del pueblo de piedemonte en que vivía eran en realidad nubes que bajaban de ella.

Por el norte los rieles giraban a la derecha para evitar una colina después cien metros y se dejaban de ver.

Y en la cordillera que me quedaba al este como a diez kilómetros no había nada que ver, a no ser que a uno le interesara ver de cerca el techo de la vegetación de una selva tupida.

Como estaba recién llegado a la escuela me tenía que sentar en la primera fila al frente del pizarrón y los profesores, porque los puestos de atrás estaban asignados por rango de antigüedad.

De verdad no necesitaba mirar nada que estuviera más lejos que cinco cuadras.

Solo una vez, cuando alguien vio la imagen de Jesucristo, con corona de espinas y todo, en las manchas del tronco de una mata de mango, no logré ver lo que todo el mundo veía a pesar de hacer mi mejor esfuerzo, pero como hasta el obispo (que usaba unos gruesos lentes) lo vio, acepté como un hecho mi debilidad visual, aunque la atribuí a mi falta de educación religiosa.

Nunca tenía que forzar la mirada, pero luego alguien vio un ovni y la vida se me complicó.

De hecho no era UN, eran un montón, pero pasaban demasiado rápido para los ojos de quienes no sabíamos por donde iban a pasar, y como nunca habíamos visto uno, no sabíamos como detectarlos.

Pero Pedro si podía, incluso podía mostrarle a sus amigos los restos del ovni que su papá había derribado a escopetazos.

El problema era que yo no era su amigo, claro que tampoco era su enemigo, simplemente no nos conocíamos aún, es decir que no nos habían presentado.

Es muy intrigante ver durante el receso del recreo a varios muchachos mirar al cielo fijamente en un lugar donde uno solo ve vacío azul, pero más intrigante es verlos después brincando abrazados y gritando: ¡lo vi, lo vi, al ovni lo vi!

Si hubiera querido ser amigo de la reina del carnaval de la escuela hubiera sido sencillo presentármele directamente cuando estuviera a mi alcance:

--Hola, qué tal, me llamo tal, vi que te llamas tal, lo vi en la cartelera de la escuela, eres más bella en persona, merecías ganar, no resistí las ganas de felicitarte personalmente, es un placer conocerte, soy tu admirador y estoy seguro de voy a ser tu amigo. Por favor cuenta conmigo por si algún día te puedo ser útil para algo. Etc.

Yo soy así, y mi papá es peor, llámalo herencia porque mi abuelo era peor que mi papá.

El problema para ser amigo de Pedro era que siempre estaba aislado, rodeado, y protegido por sus amigos, que eran muchos.

Además ¿Cómo se puede ser amigo de alguien si no se es amigo de algunos de sus amigos?

Por lo tanto ahí tenemos a Alberto, es vecino de Pedro y se sienta a su lado en las clases, pero como no está seguro de que Pedro vaya a aceptar mi amistad antes le va a preguntar en un momento que esté de buen humor.

Para conocerme mejor me hace una evaluación.

Pregunta# 1: ¿Cuándo está Pedro de buen humor?

Respuesta A: cuando aún no ha almorzado.

Respuesta B: cuando ya almorzó.

Me arriesgo por la B.

Alberto me felicita, voy bien.

El problema es que hoy Pedro no va a poder almorzar porque sus padres están muy ocupados tumbando ovnis a escopetazo limpio, y no le pudieron preparar nada, pero sus amigos están colaborando.

Le paso mi lonchera a Alberto, y parece que mi almuerzo pasó la prueba también, porque me felicita y me dice que voy bien y que va a hacer su mejor esfuerzo para ayudarme.

Él se va a comer mi almuerzo porque le va a dar el suyo, que está más adaptado a sus gustos, a Pedro.

Solo una naranja no pasó la evaluación, me la devolvió, pero me dijo que iba bien.

Pasa una semana con varios avistamientos y encuentros con los iniciados, no aguanto la curiosidad y le pregunto a Alberto que si ha habido otro derribo.

--Claro, el papá de Pedro se la pasa en eso, el día en que la humanidad se entere de su sacrificio va a caer arrodillada de gratitud con la familia de Pedro – y me pregunta --¿Tu mamá solo sabe hacer sándwiches?

Entiendo su sacrificio al comerse mi almuerzo para darle el suyo a Pedro, me avergüenza decirle que me preparo la comida y le pregunto lo que más me intriga.

--¿Han visto a los marcianos? Es decir los tripulantes de los ovnis.

Con paciencia, asustado, mirando hacia todos los lados, me explica que ese tema es de muy alto nivel y no puede ser comentado en público, ojalá pueda tenerme algún día la confianza para tratar ese tema tan delicado conmigo e invitarme a un enfrentamiento con los alienígenas, pero necesito entrenamiento. Ya ha hablado de mí con Pedro y no ha mostrado ninguna aversión hacia mí, voy bien.

--¿Y las naves cómo son? Le pregunto entusiasmado.

--Hay de varios tipos, de las pequeñas, de las medianas, y de las grandes – me explica en voz baja confidencialmente que la nave nodriza es la más grande.

Noto con alegría que ya está comenzando a confiar en mí. Voy bien. Así que cuando me pregunta que si tengo algún dinero que pueda aportar para que el papá de Pedro compre municiones, le doy todo el que tengo.

Macarrones con queso, si algún día hay una comida que hasta los alienígenas estén de acuerdo en que es especial, estoy seguro de que van a ser unos macarrones con queso como los prepara mi mamá, el secreto está en la marca de la mayonesa, que tengo prohibido divulgar.

Como le decía mi abuelo a mi mamá: Berta, tus macarrones con queso no son de este planeta.

Fueron unos macarrones con queso los que convencieron a Alberto de que Pedro quería conocerme.

--Hola Pedro, me llamo Juan, hace tiempo quería hablar contigo, Alberto me ha comentado un poco del asunto que tiene ocupada a tu familia, creo que toda la humanidad está en deuda con ustedes, por favor cuenta conmigo para lo que creas que puedo ayudar con mis modestos recursos y capacidad.

Prepara bien tu presentación, decía siempre mi abuelo, lo que venga después, ya vendrá.

Pedro (atribulado por su labor en defensa del planeta) me da la mano y le dice a Alberto: ¡ Muéstrale el cuaderno secreto!

Nunca voy a olvidar mi ceremonia de iniciación, en el cielo no había ni una sola nube entre todos los horizontes, Alberto saca un cuaderno ajado de su morral, lo abre (en la portada dice: Geografía) y empieza desde la última página, me muestra el dibujo de lo que parece un plato visto por arriba y de lado, y empieza:

--Desde abajo se ven redondos, pero de lado se ven planos, algunos están pintados de negro, otros son grises, y otros son blancos, los azules son los más escasos. Así son los pequeños que son los más abundantes, vamos a avanzar hasta ahí hoy para no cansarnos—me dice con una capacidad pedagógica que me asombra. Y luego me prueba:

Pregunta #1: ¿Cuáles son los más abundantes?

Respuesta A: los azules.

Respuesta B: los grises.

Respuesta C: los negros.

Respuesta D: los blancos.

No acerté porque escogí la respuesta B a último momento, aunque tenía el presentimiento que era la C, de todos modos, muy a su pesar, me tuvo que reprobar y no me pudo invitar al próximo avistamiento.

Le prometí estudiar más y él me alentó confesándome que él había fallado también en ese examen, y que de todos modos iba bien.

Dos sándwiches y un macarrón después me ayudó con la respuesta correcta porque nos habíamos quedado sin letras para la respuesta que es: hay que guiarse por el color de las nubes.

Estaba listo para mi primer avistamiento.

Una vez cuando tenía como treinta años tuve un empleo en una empresa que tenía su oficina en la zona rosa de la capital del país en que aún vivo, acostumbraba tomarme dieciocho cervezas y salir trastabillando del mismo bar todos los días a buscar un taxi que me llevara a donde vivía. Lo que trataba era dormirme rápido. Tenía a mi esposa y mis hijos en una ciudad a quinientos kilómetros de la capital y solo podía estar con ellos los fines de semana. Recuerdo que los habituales de ese bar me miraban aburridos y comentaban entre ellos señalándome: ¡Y a su edad!.

Mientras escribo esto me recuerdo con trece años en el patio de una escuela casi rural rodeado de árboles frutales cargados, excusándome con la reina del carnaval por no poder acompañarla a almorzar en la orilla del riachuelo que pasaba detrás de la escuela.

Tenía que aportar mi grano de arena como centinela en defensa de la humanidad.

Me señalo y me digo: ¡Y a esa edad!.

Pedro me hizo ese día el honor de comerse mi almuerzo, mientras delegaba en nosotros su vital labor porque confiaba en sus vigías, además Alberto estaba cansado ya de los sándwiches.

Supe que había fracasado en mi primer intento de avistamiento cuando Pedro dijo después de comerse mi sándwich: Hoy no vinieron. Se salvaron de mi papá.

Alberto me alentó, no era culpa mía que los alienígenas estuvieran invadiendo otros lugares. Iba bien.

Pedro le había dicho que yo era bienvenido a su grupo, que secretamente se llamaba: “La Congregación“. Claro que esa palabra era tan ultra secreta que nunca la debería usar, y si se llegaba a saber que la había dicho o escrito , me iban a expulsar de ella.

Pude hacer como cincuenta intentos de avistamiento, algunos con resultados parciales que no pude atestiguar por haberme distraído en mi labor en defensa del planeta, y por mi debilidad visual, pero de los cuales mis compañeros de congregación dieron fe, antes de que culminara ese año escolar y mi familia se mudara a otra ciudad, dónde si había muchas cosas que mirar de lejos, y en una tienda donde todavía venden lentes, un vendedor, con tanta experiencia que ya sabía más que cualquier oftalmólogo teórico de cualquier universidad, supo con solo verme la cara la graduación de mis lentes para corregir mi miopía.

Ahora con lo de la internet es muy fácil comunicarse, y ver desde los satélites a ese lindo pueblo secarse la lluvia bajo el sol, y saberme aún miembro de ese grupo que quién sabe de qué problema salvó al planeta.

Supe que Pedro duró varios años de esposo de la reina del carnaval, creo que no será mal visto si digo que noté en ella ( a esa edad, no sé si cambió después) cierta tendencia a la banalidad que le hacía difícil detectar lo que es importante o no para todo el planeta.

Alberto me invitó hace poco a un grupo en Facebook que es muy secreto y prometió bajarme a la mitad el precio de la admisión.

Ojalá estuviéramos solos en este universo (me ha dicho en un mensaje de voz por WhatsApp) nosotros y los alienígenas no cabemos en este universo. O son ellos, o somos nosotros. Me dijo con un tono de voz tan frío que me asustó.

Li Tao Po

VABM 5/Jul/2022

https://riistas.wordpress.com/2022/07/08/la-congregacion-un-cuento-de-ovnis/

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https://riistas.files.wordpress.com/2022/07/lacongregacic3b3n28uncuentodeovnis29..pdf

Este texto pertenece a mi libro titulado: Huellas en el concreto.

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