viernes, 8 de julio de 2022

Un viejo que recordaré

 


Un viejo que recordaré

#riistas #litaopo #vabm

El pastizal se extiende hasta todos los horizontes, me marea la plana infinitud de esta tierra extraña en la que abundan las ovejas más que los caballos, y los ríos no son lentos ni anchos.

He consultado el I Ching, nada debo temer debajo de cielo. En los caparazones de varias tortugas los sabios han visto mi victoria sobre las desarrapadas tropas del rey de los Z’Hu.

Mi caballo ha abrevado tanto del río, que puedo oír sonar como un tambor a su estómago, pastó y comió sal, naranjas y avena de mi mano.

Desayuné temprano: jamón, huevos, pan y té.

Me bañé con agua caliente, un ordenanza me afeitó, mis botas relucen, mis armas deslumbran, en mi escudo el signo del dragón aterroriza a quienes temen a la muerte.

Soy bello, soy fuerte, se equilibrar a la osadía y a la prudencia, estoy en paz con el mundo y conmigo, llevo las riendas de mis sentimientos, me ama y obedece mi ejército, soy amigo de muchos perros y muchos caballos prefieren ser montados por mi, soy el único hombre para muchas mujeres, soy el heredero del emperador.

Mi nombre Po. Mi clan Tao. Mi fe la del maestro Chuang, que descreía de sus ojos y se guiaba por su corazón.

Hice traer a mi familia hasta aquí para que atestigüen mi triunfo en esta batalla, la última de esta guerra, que sepultará las cenizas del reino Z’Hu bajo el estercolero del olvido.

Mis escribas, músicos, y bailarines, se preparan para la fiesta de celebración de la victoria.

En varias tiendas mis cocineros preparan desde ayer lo que cenaré.

Los cuchillos de mi tropa esperan mis órdenes para degollar los miles de prisioneros que tuvieron la desgracia de seguir órdenes contrarias a los deseos del emperador.

Mil caballos no bastan para acarrear mi botín.

Mi padre el emperador me prometió este reino cuando cumplí diez años, han pasado dos años desde las primeras escaramuzas fronterizas para conocer a su ejército, desde hoy comandaré lo que quede de él.

El rey de los Z’Hu, me pidió una batalla final, creo que se la merece, ha luchado con honor y respetando las leyes de la guerra, le evitaré el hacha del verdugo. Ya su familia es mi rehén.

La ying y el yang giran en el cielo, en el suelo y debajo de él giran también, quien sabe cuándo a mí me tocará la derrota, algún día moriré.

Estoy casi seguro de que no será hoy.

Viendo toda esta opera, esta función en la que actúan más de diez mil jinetes, y veinte mil infantes, me he dado cuenta de lo inevitable que es todo momento, me siento prisionero de una secuencia de eventos, encadenados entre si, que desde mucho antes de que naciera, ya hacían predictible y configuran este momento.

Ayer al cruzar un riachuelo, solo por el gusto de continuar una tradición, le arrojé una moneda de oro antes de entrar en él, cayó al lado de un viejo no había visto, porque estaba pescando acurrucado entre las cañas de la orilla, el viejo la vio pero la ignoró porque estaba halando un pez, esperé a que lo guardara en su canasta, e hice que lo trajeran ante mí, y que le preguntaran porque no se había interesado en la moneda.

Su respuesta fue que no había por ahí donde comprar nada con ella.

Hice que le explicaran que con esa moneda de oro se podía comprar varias cestas de pescado.

El respondió que quizá eso era cierto en otros lugares, pero que él nunca había visto a nadie vender pescado por esos lados.

Un intérprete le dijo que se podía comprar ropa con la moneda, y el volvió a decir que por ahí no hay donde comprar nada, y que su mujer se la hacía su ropa.

Uno de mis generales le ofreció una moneda por su pescado y el viejo le pidió al intérprete que me implorara el favor de no obligarlo a vender su pescado porque su familia tenía hambre y estaban esperándolo.

Lo dejé irse en paz cuando después de preguntarle qué era lo que más quería, respondió: pescado, pero fresco, y sonrió.

Cuando el maestro Chuang me enseñó que todo el mundo estaba en lo cierto, y que no se debe pelear por la verdad, porque hay una verdad para cada quien en cada lugar, y esta es tan inevitable como inocultable, acepté su enseñanza, aunque no la entendí por completo.

Ahora lo entiendo, pero antes tuve que conquistar un reino, para no ver a un viejo antes de lanzarle una moneda a un riachuelo, y antes de eso mi padre me tuvo que engendrar y mi madre tuvo que nacer de su madre.

A la hora de cenar ese día quise comer pescado, pero no tenía.


Li Tao Po

VABM 7/Jul/2022

https://riistas.wordpress.com/2022/07/08/un-viejo-que-recordare/

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